Por Daniel Ambriz Mendoza

Cuando no se cuenta con un plan estratégico que sirva de guía, predomina la ocurrencia y la improvisación; se camina con una agenda inmediatista marcada por los sucesos diarios que obligan a reaccionar sin un objetivo específico. Es como un naufragio, es el caos que mantiene el protagonismo de quien conduce extraviado e inmerso en una agenda externa, que muchas veces, está muy alejada de la agenda local provocando frialdad y distanciamiento entre los integrantes del equipo de trabajo. Es el predominio del trabajo individual sobre el trabajo de grupo.

Es el principio del fin…
Leontiev en su teoría afirma que estamos en presencia de una actividad cuando se establece una coincidencia entre el motivo que nos impulsa y el objetivo hacia el cual se dirigen nuestras acciones.

Para que un objetivo cumpla con la función orientadora de una actividad, no puede ser impuesto desde afuera sino que debe ser establecido y constituido de manera conjunta al seno del equipo de trabajo del que se trate.
Es necesario reorientar el rumbo cuando se ha perdido y evitar extraviarnos en la inmediatez de lo cotidiano.